domingo, 19 de agosto de 2012

Palabras sin sentido.


"Caminaba despacio por la calles de su ciudad, sin rumbo fijo, hacia donde sus pies la llevasen. Necesitaba un tiempo sola, sin nadie que le dijese qué hacer. Como cada día, vestía y disfrazaba sus penas con esa sonrisa que enamoraba. Veía a mucha gente, y mucha gente la veía a ella, sola y sonriente. Podrían creer que era feliz, que le habían dado una buena noticia o que iba colocada y sólo veía el mundo de colores. Pero esa sonrisa no era de felicidad, sino una simple tapadera. ¿Para qué quería parecer triste si ella no quería dar explicaciones? Era mejor así, siempre era mejor así, engañando con sus facciones de la cara a las personas para que creyesen que era la persona más feliz del lugar, sin problemas, sin nada por lo que preocuparse.
Pero ella sabía que tenía preocupaciones, que su vida no ba del todo bien, y sólo una persona podía descubrirla. Él, la única persona que siempre la hacía sonreír de verdad por su forma de ser.
Por cosa de la casualidad, llegó hasta el portal de su casa y le vio salir. Tampoco le apetecía verle, pero ya era imposible. Venía hacia ella, sonriendo como siempre, mirándola con esos ojos que solían hipnotizarla. Se abrazaron, y ella siguió sonriendo. La miró detenidamente, y ella apartó su mirada. Entonces se dio cuenta. No estaba bien. Y así la volvió a abrazar, esta vez más fuerte, con más sentimiento. Susurró que a él no podía engañarle y ella rió porque lo sabía. Pero la risa se volvió amarga, húmeda, y se convirtió en lloro. No era fácil ocultar su realidad. Y finalmente se rindió a él, porque no siempre es bueno ocultar tu dolor, a veces es necesario que nos ayuden a superar los baches que nos pone la vida, y ella tenía la suerte de tenerle a él como salvavidas."

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